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    Mixtape: The force is strong in this one

    Por dentro soy un señor mayor. Disfruto del placer de consumir música en soportes físicos, en discos de vinilo o CDs. Sigo buscando un buen reproductor/grabador de minidiscs para poder usarlo algún día, y creo que en el año 2022 con eso está todo dicho.

    Sin embargo, una gran cantidad de lo que consumimos es en un formato digital, archivos o streaming. En una de las dos opciones el control de los bits es tuyo, en el otro pagas por un alquiler, una licencia de reproducción, que te sigue dando acceso a los mismos bits mientras sigas pagando. En mi caso prefiero que mis bits sean míos. Así que sigo haciéndome mis propias mixtapes, en este caso colecciones de emepetreses (quien dice mp3 dice un abanico de formatos, pero nos entendemos). Busco, investigo, descargo, edito, les doy etiquetas ID3, les hago una carátula, a veces incluso los tuesto en un CD. Soy un señor mayor.

    Por ejemplo, este disco de septiembre:

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    1. Dua Lipa - Levitating
    2. Taio Cruz - Dynamite
    3. Katy Perry - California Gurls
    4. Dua Lipa - Love Again
    5. Stevie Wonder - I Just Called To Say I Love You
    6. Shaggy - It Wasn’t Me
    7. Louis Armstrong - What A Wonderful World
    8. Maroon 5 - Moves Like Jagger
    9. Culture Club - Karma Chameleon
    10. Weezer - Island In The Sun
    11. Vanessa Carlton - A Thousand Miles
    12. Avicii - Wake Me Up (Radio Edit)
    13. The Weeknd - Blinding Lights
    14. Mabel - Don’t Call Me Up
    15. Daddy Yankee - Con Calma
    16. Luis Fonsi - Despacito
    17. The Weeknd - Save Your Tears
    18. MEDUZA - Piece Of Your Heart

    ¿Tiene esto algún sentido, hay algún hilo conductor? No, más allá de que son canciones que me he encontrado escuchando en repetidas ocasiones durante el mes de septiembre. Algunas de las mixtapes que hago sí tienen un tema relacionado, pero en este caso sólo ha sido la cantidad de veces que he pulsado play.

    Movidas catódicas: Ingleses de familia bien

    ¿Pero qué hago yo consumiendo estas pornografías de la aristocracia más conservadora? Yó qué sé, se me he hace muy fácil interesarme por las noblezas ficticias, leer sobre el árbol genealógico de Galadriel, hija de Finarfin, hijo de Finwë, pero las monarquías reales (qué bien hilado ahí) se me hacen bola.

    Puedo sentirme identificado (ya sabéis, ese poner algo de ti dentro del personaje para facilitar la inmersión) con un ficticio elfo de varios milenios de edad. Lo hago a través de la labor creadora de su autor, que lo ha hecho para mí. ¿Pero cómo sentirse identificado con un marqués, príncipe o similar, basado en alguien real? El ficticio Downton Abbey de la realidad es un castillo que pertenece a un señor con página propia en la Wikipedia. Se. Me. Hace. Bola.

    PERO.

    Cuando consigues ignorar todo lo que te está diciendo tu cerebro sobre este 0,1% más alto de la cadena trófica, que historias tan bonicas resultan, ¿no? Hay que intentar juzgar menos, y yo lo intento.

    Bridgerton (Los Bridgerton, Netflix, 2020, 2 temporadas y contando)

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    Se haría imposible no mencionar el elefante en la habitación del ruido mediático que hizo el casting United Colors of Benetton, pero si a las lectoras de las novelas originales les dio igual (o no hicieron el ruido suficiente, porque yo no me enteré), no me va a importar a mí. Tampoco negaré que si la serie fuese un drama histórico serio, me chocaría. Pero tiene tanto de comedia involuntaria a veces que es difícil darle importancia.

    Y estas cosas del romanticismo del constante “ay, qué dirán” se hacen divertidas de ver. Yo la he disfrutado mucho y a la espera estoy de la tercera temporada/precuela.

    The Crown (Netflix, 2016, 4 temporadas)

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    Es posible que no os hayáis enterado, dada la poca cobertura mediática que tuvo, pero algo sucedió hace poco acerca del fallecimiento de una señora en una isla. En Netflix la serie que produjeron hace unos años a modo de biografía dramatizada ha debido ver nuevos picos de audiencia, porque ahí hemos caído nosotros engañados, para echarle un vistazo. Me imagino la sala de control del señor Netflix con un medidor de aguja que de repente sube, como una central eléctrica, y así se enteran de que pasan cosas.

    Todavía voy por la primera, pero creo que lo que vaya a ir sucediendo no van a ser spoilers… en Titanic ya sabíamos que el barco se hundía al final, la gracia está en cómo me lo cuentan, no en qué.

    Downton Abbey (ITV, 2020, 6 temporadas y 2 películas)

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    Y llegamos a la madre de todas estas series, una de esas cosas bonitas de lugares comunes y gente afable donde nunca pasa nada malo y puedes refugiarte poniendo un episodio más para sentirte como en casa, ¿verdad? ¿VERDAD?

    Sin avisar, y sin necesidad ninguna, al final de la tercera temporada y principio de la cuarta hay un par de baches gigantes que a punto estuvieron de hacerme descarrilar y abandonar la serie. Eso no se hace, que esto no es Juego de Tronos. Mal. Yo prefería el paseo en barca de las primeras temporadas al constante Je ne sais pas de por qué les pasan cosas malas a esta gente. Y aún así hice de tripas corazón y llegué al final, sólo pendiente de ver esas últimas dos películas a modo de secuelas de la historia original.

    Tampoco me puedo quejar mucho, fue un viaje divertido.

    Movidas catódicas: Testosterona

    A finales del cretácico, cuando aún escribía en este blog, solía agrupar los pensamientos y opiniones sobre las películas que iba viendo en entradas tituladas “Reseñas cinematográficas relámpago”, porque era muy habitual ver y escribir sobre cine y se me acababan los títulos ingeniosos. Ahora que hace ya tiempo que estamos en la nueva-nueva edad de oro de la televisión, creo que ya tocaba hacer lo mismo con toda la tele que consumimos, y este “Movidas catódicas” es lo que me ha venido a la mente. Por descontado que rayos catódicos últimamente vemos pocos, pero oye, que la realidad no te estropee un buen titular.

    Reacher (Amazon Prime Video, 2022)

    15.06.38

    Si vamos a jugar a decir la verdad, los párrafos escritos sobre estas series son intercambiables, y esa es su virtud y su desgracia. Son odas al macho alfa moderno, puestas al día de los James Bond clásicos actualizados en sus escenas de acción, ligeramente rebajados a héroes de clase obrera con vaqueros en lugar de trajes elegantes y cervezas antes que martinis mezclados, no agitados.

    Juegan con el deseo interno de (casi) todo hombre de tener que enfrentarse algún día a un problema mayor y poder solucionarlo, poder decir que estuviste a la altura de lo necesario, sea tomando decisiones o soltando un par de guantazos. Y ver esto de vez en cuando está bien, no nos dejemos engañar. Tan enfrentados estamos continuamente a los conceptos de masculinidad tóxica que parece que no podamos disfrutar nunca de un poquito de masculinidad normal mientras pensamos “bien hecho Jack, dale otro guantazo a ese anormal de mi parte”.

    Por lo demás, pues… si es que ya ni me acuerdo de qué iba esto. Jack llega a un pueblo controlado por una familia poderosa, le meten en un lío, va tirando del hilo (demasiado enrevesado por lo que recuerdo) y al final hay tiros y peleas, pim pam pum, y un previsible final caminando hacia la puesta de sol cual moderno cowboy, mientras esperamos a la próxima novela, película o temporada. ¿Qué más hace falta?

    The Terminal List (La lista terminal, Amazon Prime Video, 2022)

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    Pues lo mismo. Pero con un SEAL en lugar de un policía militar. Un poquito más de espionaje internacional, una pizca de ex-compañeros de equipo y un aderezo con más tiros y explosiones. Ha recibido peores críticas, y preveo menos posibilidades de que tenga una segunda temporada, pero ambas series tienen finales perfectamente aceptables si no llegan a producirse más episodios.

    Como he leído en algún otro lugar, estas series vienen a cubrir un nicho concreto: Shows For Dads. El mayor pecado de ambas es no ser películas de hora y media, sencillos thrillers de acción, en lugar de series de diez innecesarias horas. Todo esto se puede contar más rápido, pero en la nueva dictadura de El Algoritmo™ es necesario vender las cosas al peso para detectar que se ven diez productos en vez de uno.

    Si las ves, ya sabes a lo que vas. Disfrútalas o no te acerques a ellas, no hay un término medio.

    Una forma como cualquier otra de perder el tiempo

    Y, de nuevo, siendo 26 de Julio del 2018, se cumple el duodécimo aniversario desde que empecé a perder el tiempo en internet con un alojamiento propio. Y aunque llevaba varios párrafos escritos en un borrador que estaba quedando bastante bonito, humildad aparte, creo que hay que aprender a dejar estar las cosas. Así que aquí termina oficialmente esta andadura.

    So long, and thanks for all the fish.

    Doce años de blog. Aniversarios:

    Reseñas cinematográficas relámpago (XXX)

    Con un título de post que queda un poco pornográfico en esta trigésima entrada, damos un repaso rápido a algunas de las últimas películas que he visto.

    Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015)

    Un western durante dos actos que se transforma en una película de horror con toques de gore en el tercero. Sin avisar. Sin paños calientes. Sin venir a cuento. Esto tiene su público y la película ha cosechado buenas críticas dentro de ese fandom concreto, pero horrendas fuera, porque los toques de fantástico no son capaces de maquillar un ritmo lento, unos personajes desdibujados y un escaso argumento.

    Me desquitaré leyendo algún tomo de Blueberry y viendo algún otro western durante la semana.

    Baby Driver (Edgar Wright, 2017)

    Nicolas Winding Refn lo hizo mejor con Drive, sobre todo porque a Baby Driver se le olvidó no resultar tan expositiva en pequeños detalles, en contarnos historias de más que nos sobraban y que a la larga empantanan ligeramente una película que, por lo demás, resulta de impecable factura. Y es que es una verdad histórica innegable que todas las películas con persecuciones en coche siempre tienen algo interesante; como mínimo las persecuciones en coche. Muy buen ritmo que deja con ganas de más.

    Transformers: The Last Knight (Michael Bay, 2017)

    Si digo que fácilmente le sobra una hora de metraje no os estoy contando nada nuevo, porque resulta prácticamente idéntica a las anteriores… y es que ya es la ¿quinta? película de la franquicia. La escalada armamentística ya está completamente fuera de madre, cuando en el 2009 os contaba por aquí que Transformers 2 me parecía un punto de inflexión en el nivel de las barbaridades en pantalla, y sólo ha ido in crescendo desde entonces.

    Una cierta parte de mi se apena porque Michael Bay haya pervertido el concepto de Transformer para toda una generación, con robots raros y confusos visualmente, y que aquellas cosas tan bonitas de Hasbro, con tebeos de Marvel y series de Toei se hayan perdido en el recuerdo como lágrimas en la lluvia.

    Hector and the Search for Happiness (Peter Chelsom, 2014)

    Un Come Reza Ama de segunda fila, ligeramente más visible por tener algo más de humor (Simon Pegg siempre hará más gracia que Julia Roberts), ligeramente (aún) más pérdida de tiempo por no ser capaz ni de plantear un drama coherente en ningún momento. Prescindible.

    El nuevo-viejo Thor de los ochenta

    ¿Cómo sería la nueva película de Thor si se hubiera realizado en la década de los ochenta?

    Master of None

    En esta moderna sociedad de información inmersa en tremendas campañas de marketing, la dictadura del jaip (hype) hace que todo el mundo escuche, vea y lea lo mismo. Que a veces está bien, a veces realmente tiene calidad. Pero ocupados como estamos en hacer caso sólo a lo trendy, en las profundidades de los catálogos de editoriales y productoras se quedan maravillas que no llegan a ser descubiertas por una gran parte del público a menos que pongas grandes rótulos de neón parpadeante diciendo “tienes que ver esto”.

    Y así estamos. Mientras todo Madrid se empapela con anuncios del regreso de Narcos (de la que he visto únicamente una temporada y no más, Santo Tomás; aunque el tema queda para otro momento), Netflix produce joyas como Master of None de la que no había oído hablar en mi vida.

    Es una serie creada y escrita por Aziz Ansari, uno de los protagonistas de Parks & Recreation (que tampoco ha tenido mucha fama por estas tierras), en uno de esos claros casos de “como no me dais papeles que me interesen, ya me los hago yo”. Esto le da a la serie una cierta aura de obra de autor, pero a la vez de producto creado para engrandecer la imagen de una persona concreta, y a veces se nota. Pero tampoco mucho.

    Y sí, es una serie de un montón de jasps hipsters reuniéndose para comer en sitios guays de la ciudad, aunque esta sea sólo la excusa para plantear conversaciones y temas, a razón de uno por capítulo, y ver cómo los enfocan distintas personas de esta (nuestra) generación. De hecho es esta una de las razones que ha esgrimido Ansari para responder que no sabe cuándo (o si sucederá) una tercera temporada, el haberse quedado quizá sin temas que hablar alrededor de una mesa acerca de la vida en la ciudad.

    Dicho esto.

    Seriaza. Encantadora a todos los niveles, implicada con distintos temas generacionales, solucionando limitaciones de presupuesto y producción con una creatividad desbordante, y ampliamente premiada. Sólo dos temporadas de diez capítulos cada una, rápida de ver y que deja con ganas de más. Esperemos que se animen con una tercera el año que viene, y descubramos qué pudo suceder en ese magnífico final abierto de la segunda temporada.