Doy por terminada la horrenda semana que me ha tocado aguantar. Hubiese podido ser peor. Conclusiones que sacamos:
La consideración de la sociabilidad como virtud suprema acabará por matar a la sociedad, en un alarde de justicia poética.
No me apetece tirar tanto dinero en un alquiler para vivir yo solo, no me apetece meterme en una hipoteca y la panda de desgraciados (sin acritud) que tengo por amigos (y que leen esto, es de suponer) están todos enmadrados o ennoviados (y no sé qué es peor), así que la opción de compartir no existe. La poca gente restante con quien podria compartir piso es gente a quien no se me ocurriría pedírselo. Yo me entiendo. Al final perderé la apuesta de Calle 54.
Siguen tomando fuerza mis planes de presentar un proyecto propio en el trabajo que, indudablemente, haría que me ascendieran o me despidieran. Fifty-Fifty.
Y aún me queda una semana de vacaciones que no tengo con quién gastar. Alguna idea hay, pero los planes no acaban de tomar forma.
Aprovechando que queda poco para el anochecer, me voy a dar una vuelta en moto. Es una de las cosas que siempre me han venido bien para refrescar las ideas.