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    I exist

    Audrey Hepburn en Sabrina

    He doesn’t even know I exist.

    SuperMeh

    En estos tiempos de glorificación de cualquier manifestación de la cultura pop, se hace difícil desmontar los constructos mentales autodefensivos que cada consumidor realiza para proteger “sus” obras. Tan fácil es para el fan argumentar una cosa como todo lo contrario.

    En esta Man of Steel (Zack Snyder, 2013), que no es Superman, teníamos todas las premisas para hacer algo importante, exactamente igual que las tuvimos en Superman Returns y aquello desembocó en una película que ya nadie recuerda.

    Man of Steel

    Un señor con una S que no es de Superman y una señora que no sé qué hace en la película.

    Tras un primer acto levemente prometedor, pese al Nolanismo imperante de cielos grises, colores oscuros y un impostado dramatismo que alcanza niveles insoportables, todo se desmorona con una retahíla de decisiones argumentales inconexas. Los personajes secundarios se demuestran forzados – una Lois Lane que sólo está ahí para que algún holograma pueda explicarle lo que está pasando y el espectador se entere – o directamente inexistentes – como toda la plantilla del Daily Planet, que podría haber sido eliminada del metraje sin sufrimiento alguno --.

    El ritmo se va viniendo abajo y ya nunca logra remontar. Se intentan forzar emociones en el espectador con muertes mal orquestadas y planificadas, se hace necesario que los diálogos expliquen continuamente lo que sucede y, cuando ya no queda por dónde cogerlo, comienza una orgía de destruction porn que cansa al espectador, deseoso de que termine el sufrimiento y las escenas repetitivas (visto un edificio caerse, vistos todos). Hay que analizar esta última frase, escrita por un fan declarado del cine de Michael Bay. Hay un cine sincero que sabe lo que vende y lo que promete, y hay un cine pretencioso, deseoso de alcanzar el reconocimiento de los críticos y que no lo consigue. Man of Steel entra directamente en esta segunda categoría. Ni respeta al personaje ni lo reinterpreta correctamente. Ni consigue un drama aceptable ni una buena película de tíos en pijama dándose tortas como panes.

    Y tras esto, sólo queda Internet y su polarización absoluta en las opiniones sobre la película. Un metacritic (¡hereje!) de 55 por parte de los críticos y 8.2 de los fans. Poco queda que explicar tras esas cifras. Si no te gusta la película eres una persona gris que piensa todo demasiado y no sabe disfrutar del cine palomitero. Si te gusta eres un descerebrado fan del personaje. Así es Internet.

    La chica que saltaba a través del tiempo

    La chica que saltaba a través del tiempo (時をかける少女 Toki wo kakeru shōjo, de Mamoru Hosoda)

    Del mismo director que nos trajo Summer Wars en 2009 (película de la que habría que hablar largo y tendido, relacionada también con ese nuevo género acerca de las aventuras dentro de entornos virtuales que mencionaba en el post anterior) tenía pendiente su anterior obra, La chica que saltaba a través del tiempo, basada en una novela de ciencia-ficción de uno de los más conocidos autores japoneses del género.

    La chica que saltaba a través del tiempo

    Hagamos aquí un inciso: bastante que sabía que estaba basada en una novela, fijaos lo que se descubre con hacerle una visita a la wikipedia. Tenéis en vuestras manos el repositorio de conocimiento más amplio de la historia de la humanidad y sólo lo utilizáis para buscar fotos de Sofía Vergara. Vergüenza debería daros. Fin del inciso.

    Ya hemos mencionado anteriormente en esta santa casa al estudio productor de esta película: Madhouse, que está realizando durante los últimos años algunas de las mejores obras de anime que se puede uno echar en cara. Aquí, como es habitual, la factura técnica de la película es casi impecable. Cualquier pega que le podamos encontrar (quizá la animación en los planos más alejados queda un poco desdibujada) queda eclipsada con, por ejemplo, su estupenda banda sonora.

    Pero es sin duda en su narrativa pausada y emotiva donde la película brilla. Nos cuentan como una joven alumna de instituto descubre por azar una misteriosa capacidad para saltar cortos intervalos hacia atrás el tiempo, convirtiendo esta habilidad en su forma de alargar los buenos momentos, repitiéndolos, e intentando corregir los malos, con los problemas que esto acaba ocasionando a la larga. El karma es lo que tiene. Si a ti no te pasa nada malo ya le pasará a otro. Hacia el final la tragicomedia se vuelve profundamente dramática con un par de escenas que te dejan el corazón en un puño, como debe ser. Vedla y disfrutadla.

    El respetable oficio de traductor

    Los hados han querido que durante el último mes leyera o leyese dos novelas tan alejadas en ambientación como cercanas en sus detalles decorativos. Y algunos pensamientos me han asaltado durante sus lecturas, de particular importancia los relacionados con las ganas de arrancarme los ojos que dan sus lamentables traducciones al castellano, sus desvergonzadas ediciones y lo mucho que a posteriori traductores y editores tratan de dignificar sus profesiones. Como el blog es mío, aquí pagan justos por pecadores, el todo por la parte, y esas cosas.

    El Sr. Penumbra y su librería 24 horas abierta (Mr. Penumbra’s 24-Hour Bookstore, de Robin Sloan)

    Aunque esta anécdota no sume ni reste a la obra, gracias a que su escritor formó parte del equipo original de Twitter me enteré yo de su existencia, a través de algún perdido blog sobre desarrollo de software. Y de ahí el márketing, ya se sabe, puede hacer que esa información llegue a tus oídos quizá muy exagerada para llamar la atención sobre el autor.

    En la novela, un diseñador/programador en paro (diría desarrollador-front, pero sólo me iban a entender los del gremio) acaba atendiendo el turno de noche de una librería abierta 24 horas, en la que parece que nunca compra nadie. Sólo algunos clientes, raros de por sí, vienen a recoger en préstamo aún más extraños libros, con sus textos codificados, conformando una trama de misterio que acaba con centenarias organizaciones secretas, guiños sencillos sobre tecnología y fan-service en forma de personajes geeks para esparcimiento del lector objetivo. Muy sencilla novela best-seller de consumo rápido. Todo correcto hasta aquí.

    El señor Penumbra y su librería 24 horas abierta

    Nos encontramos entonces con un personaje experto en efectos especiales que trabaja en la industria de luz y magia (por Industrial Light & Magic, probablemente la más conocida empresa del sector. Sólo hay que buscar en Google). Un amigo con quien el protagonista había compartido aficiones de jóvenes, y había sido su Máster de las mazmorras (título de educación superior que sustituye a Dungeon Master, que nunca se traduce). Chistes como “eso es algo tan conocido como el peso atómico del carbón” (por carbono, que ya hay que ser animal para confundir en inglés carbon y coal). Constantes meteduras de pata que te sacan de la narración y que habrían sido perfectamente solucionadas usando un arcano aparato de magia oscura como puede ser un ordenador conectado a internet.

    16€ en castellano con esta traducción de rocaeditorial. En inglés 13 o 9,50, según la editorial, en la puerta de tu casa. En inglés incluso hay un efecto fluorescente en la portada.

    Ready Player One (de Ernest Cline)

    Uno de los grandes ventas del género fantástico durante el último par de años según tengo entendido (información sin contrastar que podría estar inventada; nunca lo sabrás, amigo lector), y gran exponente de lo que a mi entender va a convertirse en uno de los grandes nuevos géneros fantásticos durante la próxima década: la aventura dentro de un entorno virtual. Desde la seminal Tron hasta los actuales pequeños imperios multimedia del género como .Hack, Sword Art Online o este Ready Player One del que ya se habla de una película, intuyo que cada vez vamos a tener más obras ambientadas en estos dobles mundos reales y virtuales.

    Ready Player One

    Aquí un joven adolescente forma parte de la búsqueda de un tesoro dentro del más famoso juego/entorno de su tiempo, un no muy lejano futuro de crisis energética, dejadez social y pobreza generalizada, donde se compite por conseguir la herencia indicada en el testamento del anciano creador de este gran juego de juegos. Desde este punto de partida, toda la novela es un inmenso fan-service dedicado a la generación que creció durante los años ochenta (que fueron la infancia del fallecido), con continuas apariciones-homenajes-cuidado-que-bordeamos-el-pleito de naves espaciales, magos, dibujos animados, películas de John Hughes, música pop, juegos de rol, robots gigantes, videojuegos clásicos y un larguísimo etcétera. Todo muy pajeril, todo muy entretenido, pero fan-service al fin y al cabo; en su mayor parte son detalles que jamás aportan nada a la historia o a los personajes, pero ahí están. Lo que es la narración, sencilla y simple, homenaje a su vez a las historias de la época, con protagonista adolescente en el instituto, aventura y riesgo, enamoramiento de la chica inalcanzable y villano maniqueo. No se puede esperar algo distinto, y tampoco es que eso sea malo.

    Pero. Pero. En un libro como este, es INDISPENSABLE que el traductor tenga conocimiento sobre la materia que está traduciendo, porque si no puede crear un desaguisado monumental. No puedes traducir Dungeons & Dragons a veces como Dragones y mazmorras y a veces como Mazmorras y dragones. No puedes decir que los gigantescos robots japoneses son mecanos en lugar de mechas. No puedes transformar a los replicantes de Blade Runner en réplicas. Y un largo y enervante etcétera. Por dejadez, hasta se les ha colado algún corta y pega y sustituye en todo el texto que ha dejado mayúsculas en mitad de determinadas palabras. Mala labor de traductor, nula labor de editor.

    17€ en castellano, en esta horrenda traducción de Ediciones B. 8 en tapa blanda o 14 en tapa dura en inglés. Yo sabía a lo que me arriesgaba e iba a comprar el libro en su idioma original pero se me adelantaron y me llegó como regalo.

    Si admitís un consejo de este, vuestro amistoso vecino: gastad el dinero en unas buenas clases de inglés. Tendréis mejores libros, mejores tebeos y mejores actuaciones en series y películas. Y en lugar de llorar el fallecimiento de narradores/dobladores (que es una pena, todo sea dicho), disfrutaréis de Eastwood y su “Go ahead. Make my day”, Schwarzenegger y su “Hasta la vista, baby”, James Earl Jones y su “I’m your father” o Sean Connery y su “Bond, James Bond”, así como de un trillón de libros como los que he mencionado más arriba… u otros mejores.