Si alguien me quiere volver a mandar voluntariamente spam, correos en cadena sobre cómo salvar a un pobre niño del Sudán, sobre lo hermosa que es la vida en el universo, con archivos de diapositivas de 1 MB o más, sin tener ni la decencia de borrar los cientos de direcciones de correo incluídas de las cabeceras previas, y sin pararse a pensar si quiero perder mi valioso tiempo en algo estúpido, pensad por un momento:

¿Alguna vez os he respondido a alguno de esos irritantes e-mails?

La respuesta es no.

Jamás.

A mi no me incluyáis, por favor, bastante tengo con los de Viagra, alargamiento de pene, escuelas tántricas, cambio de divisas en Costa de Marfil y similares, venta de relojes Rolex, y un largo etcétera. Enviadme algo sólo cuando Yo sea el destinatario, cuando queráis decirme algo directamente a mí. Y si consideráis que esa maravillosa presentación de 3 MB que va a colapsar mi ancho de banda como me conecte desde algún sitio raro realmente me interesa (que podría ser), mandádmelo a mí, y luego haced lo que queráis con el resto de vuestra lista de contactos.

Y pensad que el spam existe, entre muchas otras cosas, porque no borráis esas dichosas cabeceras de envíos previos, cada vez que un spammer recibe una de esas cadenas tiene unos cuantos cientos de direcciones nuevas (y funcionales, que es lo peor). Entre ellas la mía. Dejad de hacerlo. Ya. En serio lo digo. O al menos usad la lista de destinatarios ocultos, argh.

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