En días como hoy me planteo por qué vivo en Madrid. Me queda bastante claro que no debería hacerlo, no comprendo a la gente de aquí, y no me gusta lo que hace la mayoría (¿absoluta?) de la población. Supongo que no es un mal momento para comenzar a plantearse el buscar otro posible destino. El domingo, cuando fui a tirar mi voto a esas papeleras tan bonitas de metacrilato (digo tirar por lo inútil del proceso en este caso particular, en el que todos sabíamos de antemano el resultado, no por no creer en el proceso en general), hablaba de este mismo tema haciendo bromas. Ahora ya no hago bromas. No me gusta este sitio y no me gustan las decisiones que se toman. Parece ser que a quienes aquí viven sí les gusta, pero a mí no.
Ya no entiendo qué tiene que hacer una persona para que no le voten. ¿Comerse niños?