Echo de menos tirar mis cosas en el césped y sentarme. Ahora la ropa que me obligan a llevar en el trabajo es demasiado cara como para sentarme en el césped. Ni siquiera sé diferenciar si es una obligación real o una simple imposición social de la dictadura de la mayoría.
Echo de menos sentarme en el sofá y gastar horas con un videojuego sin sentirme culpable. Sin pensar que podría estar haciendo algo más productivo. Todo mi tiempo de ocio tiene que combatir ahora con extraños pensamientos sobre el retorno de inversión de mis actividades, como si hubiera algo más importante que el entretenimiento.
Echo de menos ver películas malas sin que nadie a mi alrededor me diga que son malas. Sin justificarme.
Echo de menos cuando pensaba que algún día pisaría la luna.